Resumen:
Los elegantes salones de la casa del banquero Hernández
resplandecían en la noche del 24 de Mayo de
1867. Su hija única, la linda Adda, se unía en matrimonio
con Enrique Peralta, joven descendiente de una
de las más antiguas familias del Perú, cuyo abolengo
se perdía en la historia de la conquista; y tan rico como
el que iba a ser su suegro.
El casamiento, sin ser de pura conveniencia, no era
lo que se llama un casamiento del amor. Peralta acababa
de llegar de Europa y había accedido al deseo
que le manifestó su madre, la noble doña Catalina
Páez de Peralta, de que fundara una familia y se dejara
ya de viajes lejanos, que le hacían casi un extraño en
la sociedad de que debía formar })arte. Cuanto a Adda,
había aceptado a Enrique como a otro cualquiera
que le hubiera sido propuesto por su padre. Le trató
durante dos meses y le halló buen mozo, decidor y elegante.