Resumen:
El silencio llegó cual llega un médico.
Venía zapa tillando sus mórbidos secretes.
Tomó el pulso de mi voz
y en su reloj de siglos
midió las aristas de mis nervios.
En las encrucijadas siniestras del cerebro
lanzó alaridos el recuerdo
y vinieron, galopando, sudorosos,
los fantasmas de los días muertos,
tropezando en los nudos de las lágrimas,
disecados en alcanfor de ensueño.
El espejo, asustado, frunció el ceño.
Cayeron a manotazos en las sombras,
atropellándose, los búhos de lo incierto ;
y cabalgando la escoba de las horas
pasó el insomnio, cayéndose ·de sueño.