Resumen:
Cuando Eugenio Sue, este severo moralista, bosquejaba en El Judío Errante las palpitantes y siniestras figuras de Rodin y D’Aigrini; cuando fluyendo de su pluma inexorable y sincera los secretos tenebrosos de la orden de Loyola, desenmascaraba las intrigas sombrías, las conspiraciones feroces, las hábiles persecuciones y los monstruosos complot, más de un lector ha creído que esos cuadros, esos retratos, esos dramas dolorosos o terribles, eran la obra de una imaginación prevenida, de un espíritu rencoroso, empeñado en la pérdida de una orden religiosa cuyos principios contrarían las doctrinas sociales defendidas por el atrevido y sabio novelista...