Resumen:
Si en estos solemnes momentos tuviera que subir a un púlpito de París, de Madrid o de cualquiera Capital Europea; yo os aseguro que, a pesar de mi pequeñez e insuficiencia, subiría no sólo sin miedo alguno, sino con entusiasmo y alegría, porque pudiera dar a conocer en el Extranjero las grandezas de mi Patria. Pero aquí en nuestra querida República, aquí en la floreciente Capital del Guayas, en la cuna del grande hombre, cuyo nacimiento conmemoramos por centésima vez; tengo recelo de tomar la palabra. ¿Recelo? ¿Y por qué? ¿Acaso por los enemigos de Dios y de la Patria? - ¡Oh! no, señores; ellos claro está que tienen que aborrecer al Cristiano valiente, que proclamó tan alto los derechos dé Dios y de la Iglesia, sobre los pretendidos derechos del hombre y de la revolución; al Patriota sin segundo, que defendió con heroísmo espartano la integridad del territorio nacional y salvó a la Patria del despotismo sectario, que quería medrar con su ruina.