Resumen:
Ayer cuando por la tarde, el Sol, trasponiendo la enhiesta cordillera del Pichincha, se ocultó en el Occidente y dejó a esta nuestra ciudad alumbrada por la melancólica claridad del crepúsculo vespertino el año de mil novecientos trece se hundió también para nosotros en el abismo de lo pasado: era el último día del año: el tiempo avanza en su carrera, y hoy hemos comenzado ya un nuevo año. En el terminar de un año hay siempre algo de tristeza, como el acabamiento de la vida humana, a la claridad del día, que, poco a poco, se va amortiguando, sigue la oscuridad de la noche, que invade a la tierra, entenebrece la atmósfera, y todo lo envuelve en sombras...