Resumen:
Despertóse el pueblo con el alba.
Los chagras rascábanse las cabelleras pegajosas
de sudor, un tanto malhumorados del chuchaqui
y de la sed amarga que les dejó la borrachera de
los toros.
Se levantaban suspirando y acudían al umbral
de las viviendas a refrescarse con la mañana y a
leer el periódico pueblerino en boca de la gente madrugadora. Desde los corredores
de las casas, con poyo mirando al camino,
desenrollaban el sueño los perros y salían
ladrando a media calle, tatuada por una acequia abierta
no hace mucho.
En el cielo lívido del amanecer, las pupilas de
la noche parpadean lloriqueantes y desvaídas sin
poder mirar al día; el pellejo celeste de da la primera
sobadura con la esponja solar limpiándose de
las picaduras de pulgas luminosas.